Historia de un residente
Teresa Méndez, residente de geriatría en el Consorcio Hospitalario de Vic, hace balance de sus cuatro años y medio de formación en el centro.
Decidí que quería ser geriatra en segundo de carrera. Solo sabía que era una especialidad específica para gente mayor. "¿¡¡Con terminales!!?", dijo un compañero con los ojos muy abiertos (éste acabó siendo internista).
Un día el Dr. Alzheimer llamó a la puerta de mi casa para quedarse. Fui testigo de las necesidades de un paciente con esta enfermedad, cubiertas sólo en parte por un sistema disgregado en especialistas y una base de Atención Primaria poco preparada, y sin comunicación entre ellos. La solución llegó en forma de internista que hacía de geriatra, juntó todas las piezas y compuso de nuevo a la persona, reajustando la medicación y recuperando parte de lo perdido... el resto nunca volvió...
"Yo quiero hacer esto", la idea de lo que podía ser la Geriatría había tomado forma.
La licenciatura llegó por fin, un poco más tarde de lo deseado, pero con un objetivo final claro, que me impulsaba siempre hacia adelante, y me obligaba a levantarme después de cada caída.
La Geriatría (lo que creía que un geriatra podía hacer) se había convertido en mi sueño.
El estudio del MIR fue igual de accidentado que el resto de mi carrera académica en los últimos años. Primer intento, fallo atronador. Primer atisbo de duda en mi determinación "no puedo seguir sin trabajar". La ayuda llegó de un ser querido, que me conocía más de lo que yo creía: "¿Ser geriatra no era tu sueño? Pues inténtalo de nuevo". Y lo intenté de nuevo.
Ser geriatra se había convertido en una realidad.
Podía ser geriatra. ¿Dónde? El transporte metropolitano de Barcelona decidió por mí. Estaba en Madrid, en el acto de asignación de plazas MIR, en poco tiempo iban a llamarme, y yo estaba esperando que Google Maps y mi cobertura móvil no fallaran. Plazas de Geriatría en Cataluña quedaban dos, una en Tortosa y otra en Vic. Desde Barcelona a Tortosa, Renfe Media Distancia. Desde Barcelona a Vic, zona 6 de Cercanías.
Así acabé en el Consorci Hospitalari de Vic... donde quiera que fuera eso (más allá del punto del mapa que señalaba mi móvil).
Empecé la residencia con muchos planes y proyectos. Empezar la tesis doctoral, orientar mi investigación al Alzheimer, y si de paso encontraba su cura, aún mejor. Entonces un hombre sabio me dijo: "Aprende primero la profesión, luego haz el resto". ¡Qué razón tenía! Empecé a disfrutar del trato con el paciente y el ejercicio de la Medicina, que me engancharon y no podía parar. Un hombre con experiencia me dijo "Primum non nocere", y aprendí que no siempre el dejar de hacer era malo. Y me fui haciendo adicta a mi profesión, hasta que una mujer apacible me aconsejó "no puedes controlarlo todo, si lo intentas, no podrás disfrutar y estarás siempre amargada". Así, intenté dedicar el tiempo necesario sin obsesionarme. En medio del aprendizaje me encontré con otro reto, la maternidad. A pesar de que el padre de la criatura se encargó de la tarea principal de cuidar al enano, la reincorporación al trabajo fue dura, lenta y con la sensación de estar sacrificando alguna de las dos cosas que más quería (mi familia y mi profesión). Una mamá médico, que con el tiempo había conseguido el equilibrio entre su familia y su trabajo, me escuchó, me dio los achuchones que necesitaba y me dijo "todas hemos pasado por eso, es duro al principio, pero no debes olvidar que tu familia es importante". Y aún estoy intentando mantener equilibrada la balanza...
Con el tiempo, la experiencia y el estudio, me fui volviendo más segura de mis decisiones, quizás demasiado, y empecé a pensar "¡Uy! ¡Qué mal lo hace todo el mundo!". Esta vez, una mujer con la sabiduría de los años me dio un tirón de orejas "sé humilde", aprendiendo que todos nos equivocamos, que cada uno hace las cosas de acuerdo a lo que ha aprendido y que nadie es poseedor de la verdad absoluta. Y el último tramo de mi residencia se resume en la frase de un médico "si disfrutas con tu trabajo, no necesitas nada más". "Y que la Fuerza nos acompañe" (X.G.).
Estos cuatro años y medio de residencia están llenos de historias, anécdotas, momentos difíciles, alegrías y penas pero, sobre todo, están llenos de personas: un equipo de profesionales de los que he aprendido tanto en el ámbito sanitario como en el personal; los pacientes a los que he acompañado en su proceso de enfermedad; mi familia y el nacimiento de mi hijo... A todos les agradezco el tiempo compartido, las experiencias vividas y las lecciones aprendidas.
Ahora, después de este tiempo, estoy a punto de cumplir mi sueño: voy a ser geriatra. Aunque fue la fortuna la que me trajo aquí, creo que no podría haber acabado en un lugar mejor, porque aquí he encontrado la Geriatría que esperaba aprender, incluso ha superado mis expectativas. He hecho mío lo aprendido y lo vivido, cogiendo lo que me parecía que podía aprovechar, para ofrecer a mis pacientes la mejor de las atenciones.
Como residente, esto es lo que me llevo. Siempre recordaré Vic y mis 4 años y medio de formación.
¡Muchas gracias! ¡Espero estar a la altura!
Teresa Méndez, residente de geriatría en el CHV
P.D.: Una nota especial para los residentes. Los R pequeños por su trabajo en el día a día en las guardias, que es donde coincidimos. Cada cual manejando los nervios como puede, haciéndolo lo mejor que sabe. Los R grandes, cada uno con su carácter, con su forma de hacer las cosas... es imposible caer bien a todos, y todos tendremos algo que no le guste a otros, pero admiro la capacidad de sacrificio que han mostrado cuando no les corresponde hacerlo, para cumplir y que el trabajo salga adelante lo mejor posible. A lo largo de mi residencia: Martín, Ingrid, Lorena, Carlos, Laura, Torné, Mariona, Cora, Javi, Meritxell, Anna, Christian, Dani, Gerard, Claudia y Nadina. Les admiro, les respeto y les doy las gracias. Mucha suerte a los que se quedan, tranquilos, ¡queda menos!